Las personas suelen romperte el corazón sin darse cuenta,
clasificándote, juzgándote, opinando sobre lo que haces, cómo te ves, sobre
quiénes son tus amigos; en fin, la lista es larga, tanto como los momentos que
vives. Duele y mucho, aún más cuando te
das cuenta que eres tú quien los ha roto en pedacitos.
Mirar al mundo y dejar de opinar es inevitable, siempre
tendremos alguna forma de describir lo que vemos, no importa si hacemos “justicia”
o no a lo que está frente a nosotros. El error más común: subestimar y lo
hacemos porque sólo somos capaces de ver una mínima parte de lo que queremos
describir, pocas veces nos tomamos la molestia de ver qué hay tras la escena.
La primera impresión es la que cuenta, dicen por ahí (ni pedo).
Idealizar es otro error, muy común he de decir y lo tomo
como “error” porque puede dañar tanto como el subestimar. Cuando no conoces a
una persona y la ves, si es bonita, si justo ese día está en su mejor momento,
empiezas a elevarla a niveles estúpidos y cuando realmente la conoces y no es
lo que esperabas, te desilusionas, la degradas. Idealizar es esperar y esperar
nunca termina bien.
Lo más irónico del caso es que tanto subestimar como
idealizar también pueden ser aliados. Cuando te subestiman no representas una
amenaza, no fijan el objetivo en ti y sueles sorprender con mayor facilidad.
Cuando te idealizan puedes hacer cosas irreales, tan sólo por ser un ídolo puedes
estar en la mente de las personas por horas, puedes ser un amor platónico,
puedes recibir suspiros y puedes llegar a convertirte en un Dios.
Voy a sincerarme, hoy escribo sobre esto porque me he
sentido en ambos extremos. De repente algunas palabras y hechos sentaron mis
pompitas en las nubes, viéndome a mí misma como alguien irreal, extraordinaria
y con dotes que ni siquiera yo conocía (idealizada estaba). Con el tiempo y mirando más a profundidad
empecé a ser subestimada. ¿Qué pasó? Estoy muy frustrada al respecto y con unas
terribles ansias. ¿En qué momento los decepcioné?
Una de las 7 reglas de vida: “Lo que opinen los demás de ti
no es tu problema”, pero como todas las reglas, es realmente excitante no
cumplirlas, nos mueve el morbo. He aprendido a respetar quién soy, sobre todo
porque el manosear y ensuciar los propios sentimientos es realmente sencillo,
he aprendido a defenderme de mí misma y he aprendido a entender por qué me
idealizan o me subestiman.
Ahora quiero decir: No me subestimes todavía porque no sabes
quién fui y quién puedo llegar a ser. No me idealices, porque esperarás
demasiado de mí y cualquier error lo juzgarás severamente. Subestímame para
callarte la boca y tener el placer de escupirte mi éxito. Idealízame porque sí,
valgo la pena. No somos perfectos, pero
somos reales.
¡Seamos arquitectos de nuestras propias identidades!
I ‘VE GOT
THE POWER
and I wanna be like her…
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