viernes, 30 de diciembre de 2011

La gota que derrama el vaso

Mal, mal, muchachita, muy mal, desahogarse con la última fregadera que le hacen y la que resulta ser la más insignificante, la más pobre y la que en realidad no tiene razón de ser… es desahogarse a lo estúpido.

Cuántas veces he tenido que aguantar y no “hablar a tiempo”, pasando por alto dichos y hechos y a la menor provocación, con la “gotita que derrama el vaso” exploto. Sí, pero hay un chingo de gotitas antes que llenan el vaso y que en ese momento no se ven.

Entonces, la que queda como tarada y loca frente a los hechos presentes, sí, soy yo. Lo malo es que ni siquiera me siento tan a gusto con el desahogue, porque resulta que sé que respecto a esa pequeña cosita por la que exploté, terminaré perdiendo en la batalla de argumentos.

Me aguanto en determinados y pequeños instantes porque a esos momentos no les doy importancia, pero cuando son uno, tras otro, más otro, más otro, y así sucesivamente… No, ya no está padre, a una la agarran de su “puerquito”.

Al final cuando me quejo, la respuesta es: La culpa es tuya por no parar, la culpa es tuya por no hablar, la culpa es tuya por no poner límites. ¿La culpa es mía? Alguna vez me dijeron: “Mel, en la vida hay cabrones o pendejos y tú no eres cabrona”. ¿Ah, sí? No, no quiero ser cabrona, pero tampoco soy pendeja.

No molestar gente, respetar, divertirme ridiculizándome porque así es la vida, ofrecer quién soy y cómo soy así nomás, no les da el derecho a exigirme, a molestarme, a pasarse de listos. Yo no voy a ser como quien hace chingaderas, porque yo no soy así. Así que si me hago a un ladito, luego no pregunten por qué.

La gota que derrama el vaso, sí, puede ser la más insignificante, pero es con la que digo “adiós”. Al final, yo vivo tranquila y feliz siendo como soy. Váyanse a donde su progenitora e importúnenla severamente los que se dicen “cabrones” y no son más que “pendejos”.

Gracias.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Poco a poco...

Llegaremos lejos, ¿verdad mi pequeña foca? Por cierto, me hiciste el mes permitíéndome ser tu voz.

¡Regalemos cabezas de pescado!


martes, 29 de noviembre de 2011

Anuncio

No soy una máquina expendedora de halagos, ni psicoterapeuta, tampoco soy omnipotente, omnipresente y con un chingo de dinero. Soy distraída, changuito monotarea y en estos últimos meses también tuve alguna que otra tristecilla atorada.

Por su atención, gracias.

jueves, 24 de noviembre de 2011

El ser callada

No es para mí una imperiosa necesidad el hablar, hablar y hablar. Callada sí, soy callada y soy así desde que me acuerdo. Hablo cuando la molestia es mucha y a veces me paso de tolerante, hablo cuando algo me duele y no suelo hacerlo con quien me lastimó. Pocas veces hablo conmigo misma y prefiero hablar de pendejadas que de política, aunque esto último se pueda confundir con lo primero.

Las pláticas sobre el cómo cambiar el mundo, el narcotráfico, la política mexicana, el futuro muy muy lejano... me dan un poco de hueva. Las personas nunca llegan a conclusiones, terminan peleándose y rara vez comparten información interesante (a mi gusto). Y no es que espere un debate “profesional”, simplemente me dan hueva.

Otras veces, no tengo mucho qué decir, eso me preocupa porque quizá no han pasado por mi mente esos temas. Entonces, ¿qué pasa en mi cabeza? Sueños, lo que sigue a las 6 de la tarde si son las 11 de la mañana, qué voy a comer o cómo voy a hacer que el día sea productivo para sentirme satisfecha. En realidad, me distraigo con algún chiste o página de Internet, con fotos, dibujos y juguetes.

Platicar no se me da, prefiero conversaciones cortas y consistentes y en diferentes grupos en un mismo lugar. Me gusta moverme, pasear por aquí o por allá escuchando a los demás, eso sí, observando mucho y aprendiendo sin que me vean. El ser callada me da otras ventajas, me abre y cierra puertas, me destantea y me desestresa o estresa a alguien más.

Sé hablar, no tengo atrofiado ningún músculo y la rata gira cuando tiene que girar. Irónicamente me gustaría vivir del hablar, para darle voz a quien no la tiene y tenga mucho qué decir o también decir quién soy con... con otras palabras. En fin, a veces sí es molesto ser tan callada, pero obligarme a ser quien no soy, no va a ser que escupa palabras.

Hablaré cuando... Sí, cuando... po’s cuando sea el momento, ¿de? Po’s cuando quiera, supongo. Así nomás, porque seré inmadura para siempre.


jueves, 13 de octubre de 2011

No más culpa

Le he dado muchas vueltas al asunto y para no marearme más, cerré el capítulo con una conclusión, sólo una, con derivaciones interesantes: Uno no puede hacer responsable a los demás por nuestro bienestar. No es que necesariamente aplique el punto, pero tengo la teoría.

Estoy en completo y total desacuerdo en hacer sentir culpables a los otros por lo que somos responsables: nuestra propia y auténtica felicidad. En lo que sí estoy de acuerdo es que lo que vivimos nos deja marquitas, unas de migajón, otras de piedras, otras incluso hechas con carbón caliente que nos ponen tristes, asustados y desconfiados.

No aceptar los errores de los demás es absurdo… en realidad, es estúpido. ¿No nos hemos tropezado también? Quizá entender a los otros resulta difícil porque no nos entendemos a nosotros mismos, y sí, es más sencillo ver hacia fuera que adentro. Hay errores más trascendes que otros, pero al final son errores que uno mismo paga.

Sí, afectan a terceros y mucho, pero estoy convencida que todo el daño que causamos por nuestros errores, cobra factura al torpe… a favor, por el aprendizaje, o en contra por perder a quienes ama o lo aman. Tenemos tanto qué ganar con cada tropezón, qué necesidad de echarle la culpa a los demás por las consecuencias de nuestros actos.

Un “no estuviste cuando más te necesité” para mí, tiene justificación y no. ¿No se puede tener tantita empatía? Tantita nomás. ¿Qué pasaba por la cabecita de esa persona que “no estuvo”? Por qué lado del camino tuvo que pasar para estar ausente ¿no importa? No estuvo, ya está, ¿por qué hacerlo responsable de no ser feliz uno mismo? ¿Qué dejamos de hacer para que no “estuviera” esa persona?

Exigir resarcir el daño, exigir que nos den lo que “necesitamos”, nos pone en una posición un tanto cobarde e ignorante, las necesidades son satisfechas o no por quien las padece. No se puede exigir sin quitarle al asunto la magia de hacerlo con el corazón y por amor. Alguien me dijo: “el hecho de que no te quiera como tú quieres, no quiere decir que no te quiera”, estoy de acuerdo.

Estoy a favor de satisfacer nuestras necesidades, pero no a costa de los sentimientos de los demás. Estoy a favor de decir que nos sentimos mal y pedir “ciertos detalles” para sentirnos mejor, pero pedir y no exigir. Estoy en contra de que si no obtenemos lo que queremos, lastimar a quien nos frustró cargándole una culpa que no es suya.

Estoy en contra de los cobardes que sabiendo que ser feliz está dentro de sí mismos, hacen responsables a los otros por lo que no se han atrevido a hacer. Estoy totalmente en desacuerdo de los ignorantes que no sabiendo por dónde anda vagando su felicidad, le exijan a los demás que la busquen o que solapen esa ignorancia con lo que sea que esté a la mano.

He sido ignorante y cobarde, pero también hay uno que otro por ahí que me rodea. Me equivoqué, me tropecé, le estorbé a alguien en el camino, se tropezó, se cayó, me caí, yo me levanto, ¿quiero o no quiero? Lo que sí sé que no quiero es hacer responsable a quien amo de mi felicidad, está bien pinche difícil, lo sé, pero ya no quiero pensar una y otra vez por lo que los demás no hicieron por mí o para mí.

Quiero ofrecer quien soy, con todos sus bemoles, sin esperanzas, ni promesas y quiero sonreírle a todo el mundo, incluso a personas de las que me alejo porque no hay felicidad de por medio. Por cierto, estoy en el proceso, porque aún no me sale.

lunes, 3 de octubre de 2011

¿Sabes qué extraño?

Extraño ir a la escuela, la primaria era la onda. Mi papá preparaba mi pequeño almuerzo y gracias a Dios ya no me peinaba. Todo era muy muy nuevo y no tenía dilemas existenciales, además los exámenes eran más un reto que una molestia.

Extraño el olor de la casa limpia y la comida recién hecha, ver caricaturas por horas, dormir temprano, porque no existía el insomnio. Y por curioso que parezca, extraño ir a la papelería y comprar materialillos para hacer esas cositas que pedían en cada clase.

Extraño el olor de las tardes cuando salía a andar en bicicleta, los días eran más largos, pero más disfrutables. También extraño esperar con ansia el fin de año, en específico el 6 de enero. Extraño cuando el curso terminaba, el inicio de otro, extraño a mi hermana y nuestros juegos con pasto.

¡Uy! Cómo extraño llegar a la mitad de una película cuando mi papá estaba frente a la tele, tirarme junto a él y verla hasta el final, mientras mi apá se quedaba dormido, eran películas de relevos. Extraño a mi mamá, su comida y sus pequeños detalles, siempre de buen gusto y con mucho cariño.

Extraño los tiempos sin reclamos, sin caras tristes, sin sueños frustrados. Extraño los platos con diez enchiladas, Sailor Moon, hacer historietas, cambiar de armazón de lentes, mis profesores, mi cuarto en casa, los pasteles de cumpleaños, el pan con mango y crema, las clases de francés.

Y sí… cuánto hemos cambiado.


lunes, 26 de septiembre de 2011

De esperanzas y promesas

Esperar duele, por eso no convivo con la “esperanza”. ¿Hacer o no hacer? He ahí la promesa. Hacer lo que decimos que vamos a hacer, si no, pa’ qué decir. Entiendo que habrá variaciones en el camino, pero hacer promesas para no dañar, sabiendo que quizá no se cumplan, son chingaderas.

Cuando se espera hay un montón de fantasías en el aire, expectativas que a veces se les pasa la mano y poco a poco se nos cae el teatrito cuando las cosas no salen como “esperábamos”. Por eso, no me gusta decir que tengo esperanza, por eso no me gustan las falsas promesas, por eso insisto: ¡abajo la dictadura de las mentiras!

Relaciono a la esperanza con las promesas, por lo que las segundas hacen de la primera: Esperar a que se cumplan. No hablo de dejar de confiar, hablo de dejar de esperar. ¿Cuántas personas realmente hacen y cumplen lo que dicen? Es difícil, lo sé, pero ¿en qué momento nos damos por vencidos?

También existen las promesas no hechas, las que uno le atribuye a las personas creyendo que cumplirán lo que no han prometido y lo peor, enojarnos porque no nos cumplen. Y ahí está de nuevo la esperanza, esperar a que pase, que pase lo que sea, pero de preferencia lo que queremos que pase, dejando la responsabilidad de ello en alguien más… error, error, error.

Uno vive más tranquilo cuando no espera nada de nadie, así cuando alguien cumple una promesa, cuando alguien hace algo espontáneo para nosotros, cuando aparecen las sorpresas… el sabor de boca es tan, pero tan dulce que podría acompañarlo con un café bien cargado.

Yo no creo que sea conformismo, ni mucho menos sumisión, es sólo vivir cumpliendo nuestras propias promesas, las que nos hacemos a nosotros mismos, es vivir cumpliendo lo que decimos, es abandonar la “esperanza” por hacer lo que realmente está en nuestras manos.

En mis manos está ser quien me gusta ser, hacer lo que más disfruto, amar a quienes están cerca de mí como a mí me gusta amarlos, sin “esperar” a que me retribuyan por hacerlo. No estoy pagando por un servicio, estoy haciendo un servicio que ya fue saldado por mí.

Señores que prometen un helado “a la vuelta” y se hacen mensos cuando llega el momento. Lovers que emplean el “para siempre” en sus discursos y cuando el amor se acaba no se fajan los pantaloncitos para decir “perdón”. Personas que esperan a que los demás hagan lo que uno tiene que hacer, les digo: ¡Me cagan! (Y yo estoy en una de las categorías anteriores).

La Foreys

jueves, 28 de julio de 2011

So... ¿qué vas a hacer?

Deja tú que le des hueva a los demás, qué mal plan si te das hueva a ti mismo. ¿Cómo hace uno para dejar de culpar a los demás y sólo ponerse contento sin preguntar por qué?

jueves, 7 de julio de 2011

Otra preguntita

¿Por qué les costará tanto trabajo a algunas personas demostrar lo que sienten? Y de repente ¡zaz! explotan a medias. ¿Será que yo no tengo filtro? No sé.

martes, 5 de julio de 2011

Palabras

Es común no darnos cuenta de lo que decimos, ni de la trascendencia de nuestras palabras. Dañar o hacer volar podemos, ¿qué recordamos más? Depende de quién, cómo y por qué.

Me ha dolido más lo dicho que lo hecho, entre un “no te amo más”, entre un “nunca sabrás cuánto te amo”, entre un silencio, entre algo “no dicho”. Me gustaba coquetear con las palabras, pa’ escribirlas, pa’ decir cuánto amo, ahora… me suelen golpear más de lo que me acarician.

Andan rebotando en mi cabecita, constantemente me zarandean, quizá quieran irse. Quisiera dejarlas ir, sobre todo aquellas que surgen a partir de otras dichas, las que interpreto y que me dan señales para conocer a quien me las dijo. Definitivo, no nos damos cuenta de lo que decimos, perdón por reiterarlo.

Tengo guardadita algo de tristeza desde hace ya un ratito. Les encanta definirme y hacerlo con lo que “no hago” y es que yo los escucho, siempre con atención, como siempre lo he hecho y como he aprendido, lo realmente malo es que creo sus definiciones. Yo no soy así y me rindo a tratar de explicarles que no.

Me da tanto miedo hablar y causar el mismo efecto, tal vez por eso me callo y en el proceso lo que hago es acumular más y más palabras, oscuras para mi voz. Que si soy “así” que si me hacen falta gónadas, que si no hago esto, que si sí lo hago y sofoca. ¿Cuántas veces nos hemos definido primero antes que al otro?

Ya no quiero escuchar palabras de esas y yo tengo que tomar la decisión de usar sorderas. No puedo escuchar más el “yo no quiero”, el “tú no tienes por qué saberlo”, el "yo era así, pero ya no", el “estaría bien sin ti”, el “no has estado para mí", el “yo prefiero”, y… el “yo-yo indefinido”. Estoy construyendo con palabras un castillo de neblina.

Tampoco es que no escuche lo que brilla por sí solo, es por eso dicho que me mantengo viva, por lo que quiero vivir y por lo que disfruto hacerlo, ah, y sobre todo, por lo que sigo intentándolo. Pero es la primera vez que no sé pa’ dónde va el peso irrevocable.

Mientras tanto, pido perdón por lo no dicho y lo que sí, por las palabras que han abofeteado a quien amo, como a mis padres, como a mis amigos, como a mi amor, como a mí misma. Y sí, Foreys, qué putazos dan las palabras.

...
La Foreys
(Ahora tiene más sentido el "Busco ser la voz de una palabra")

martes, 10 de mayo de 2011

Nudos

¿Por qué no me bastan las palabras? No lo siento, no lo veo, no lo entiendo. Estoy harta. No sé cómo ordenarme y tengo miedo que se termine por no entenderlo.

Es que no se entiende, se siente, pero no siento y si no siento no entiendo, si ya estaba claro. A veces pienso que no podré. Definitivamente estoy confundida y me siento tan vacía, “sin”, pero “con”. Sí, ya sé, estoy hecha bolas.

...
La Foreys

lunes, 25 de abril de 2011

Adiós y Hola

Un duelo más. Me costó trabajo decir adiós al inicio, a los besos locos, a las escapadas en lunes con harto alcohol, a la espera en la entrada, a los halagos repentinos y hasta los sustos por la tarde noche.

(Suspirote) Bueno, ahora otra etapa. A conocer qué puede hacer la nena consigo misma, a tener paciencia, a decirle al miedo “no me chingues”. Tiempo para esperar y tiempo para entender que lo se queda en las manos uno lo puede guardar y lo que no… hay que dejarlo ir, decir adiós.

Y sí, me di cuenta que quedaron manchas, por más que limpié. Me bastaron unos meses para reconocer que hay momentos que destantean lo que era “inquebrantable”, como esa fuerza, como esas ganas de comerse al mundo y me bastó una lloriquedera (o muchas) para que todo eso que estaba perdido regresara a tocar la puerta y… estoy por abrirle.

Para decirle “hola” a quien va a ser, hay que ponerle huevos y decirle “adiós” a quien era y ya no es, pero sigue estando (ajá sí, así, así). Mis personitas especiales, las amo muchísimo, pero ahí les va una rayita aunque yo no quiera, porque como lo dijo el señorcito Víctor Hugo: "La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo".

No puedo complacerlos, pero tampoco a mí misma sin ustedes. No puedo decirles quién soy, pero puedo dejar de intentarlo. Me conocen o me conocerán, así que empecemos a ordenar el clóset a ver qué encontramos. Adiós. Habrá algún día soleadito con una alberquita inflada para decirnos “hola” (otra vez).

La Foreys

miércoles, 20 de abril de 2011

Viri, Marcelo y Tin - Tan

Voces mías, háblenme... Ellos son mis álter egos, amigos, cómplices, a quienes les echo la culpa de mi estupidez (o ellos me la echan a mí).

Viri es autista y es la más inteligente del grupo, Tin -Tan y Marcelo tienen un affair. Tin - Tan es medio agresivo, sólo cuando está en la cantina y es el responsable de los hipos de La Foreys. Marcelo sólo es tímido.


(suspiros).
...
La Foreys

lunes, 21 de marzo de 2011

Ya puedo

Hoy ya puedo estar con LaForeys. Todo se acomodó, nuevas etapas, nuevos cielos, un cachito hermoso. Gracias, de verdad, gracias. El día fue un excelente augurio para el inicio de una nueva etapa. Me gusta la primavera, se acabó el invierno (más alegórico no pudo ser). Por cierto... qué intensidad la mía la de días pasados. ¡Basta!, estos cambios abruptos tienen que terminar já. Estoy muy bien.

...
LaForeys

lunes, 7 de marzo de 2011

Una pregunta

¿Por qué a veces eres súper cercano y otras no tanto? Todo bien, eh, nomás es una pregunta. 

martes, 1 de marzo de 2011

Encontrada

Había estado perdida, o sigo estándolo. Hay un mal generalizado recorriendo las calles, como esporas en el aire urbano, concentrado en síntomas como la apatía y el bloqueo mental, una especie de control sobre nuestras articulaciones y una desesperación ante la desesperación.

En mi caso, puedo suponer algunas causas ante mi mal, algunas tienen apellido que concuerda con el mío, otras sólo tienen mi nombre y éstas últimas son las más peligrosas y constantes. Mi enfermedad me hace padecer ataques de estrés, sin razón, solo aparecen espontáneamente para fastidiar y sacar mi buen mal humor.

Tengo la espalda llena de nudos, frecuentes dolores de cabeza, ansiedad, poca paciencia, desgana, sueño y conformismo. Podría realizar un diagnóstico y receta sin especialistas, podría suponer igual que funciona, podría esperar a que desaparezca ignorándolo, o podría seguir atormentándome para volverlo “normal”.

Mientras lo uno o lo otro suceden, sigo en el mismo círculo, con intentos fallidos de romperlo, con un vicio tormentoso y extremo, ya no quiero esperar. Detesto estos ataques cuando hay tanto por qué pelear, ya no quiero desquitarme con quien me soporta y me abraza. Y dentro de todo lo que quiero, quiero hablar, hablar, hablar, hablar mucho, escuchar, escuchar, escuchar de más, para poder decir entonces que “esto” ha valido la pena.

...
Forey

lunes, 28 de febrero de 2011

Cuando no tengo nada qué hacer...

Escribo cuentos:


Pero éste es de cuando no tenía nada qué hacer hace dos años.

...
La Foreys

viernes, 25 de febrero de 2011

For day

O sea, yo... La Foreys.



Invertimos nuestro tiempo.

viernes, 28 de enero de 2011

Ándale

Lo más culero de esta situación es que con la única persona que no quiero estar es con La Foreys.

Gracias.

miércoles, 19 de enero de 2011

Rotos, pero bien pegados

Cuando una ha roto un corazón o le han roto el corazón a una, las dichosas mariposas en el estómago se vuelven ataques de colitis. Después aconsejan ir con cautela, pero no entiendo cómo se hace eso. Así, nomás, una empieza a pegar trocitos con varias capas de barniz, total.

Eso sí, me persigue la chica insegura y desconfiada que me ayuda a protegerme de alguna nube gris sobre mi cabeza. Componerme ya no es tan fácil como en anteriores ocasiones, ¿dónde se compran corazones nuevecitos de paquete? No importa, para salvarme la vida, una vez más entrego el mosaico hecho de experiencias.

Te vuelvo a gritar cuánto te quiero porque estoy segura que haré lo que tenga que hacer para estar contigo, comenzaré por escucharnos para volvernos invencibles. Además, hay un par de palabras que deseo recordarte y con ellas decirte que paciencia no tengo para sentir.

Toma un rato aprender a respirar pausada y sin prisa, pero el aprendizaje es como una capa más, esta vez de engrudo. Te ofrezco toda mi risa, pero te regalo la inundación de mis pestañas en frasquitos de cristal, porque esa también soy yo. ¿Qué tal un dominó?

...
La Foreys

viernes, 30 de diciembre de 2011

La gota que derrama el vaso

Mal, mal, muchachita, muy mal, desahogarse con la última fregadera que le hacen y la que resulta ser la más insignificante, la más pobre y la que en realidad no tiene razón de ser… es desahogarse a lo estúpido.

Cuántas veces he tenido que aguantar y no “hablar a tiempo”, pasando por alto dichos y hechos y a la menor provocación, con la “gotita que derrama el vaso” exploto. Sí, pero hay un chingo de gotitas antes que llenan el vaso y que en ese momento no se ven.

Entonces, la que queda como tarada y loca frente a los hechos presentes, sí, soy yo. Lo malo es que ni siquiera me siento tan a gusto con el desahogue, porque resulta que sé que respecto a esa pequeña cosita por la que exploté, terminaré perdiendo en la batalla de argumentos.

Me aguanto en determinados y pequeños instantes porque a esos momentos no les doy importancia, pero cuando son uno, tras otro, más otro, más otro, y así sucesivamente… No, ya no está padre, a una la agarran de su “puerquito”.

Al final cuando me quejo, la respuesta es: La culpa es tuya por no parar, la culpa es tuya por no hablar, la culpa es tuya por no poner límites. ¿La culpa es mía? Alguna vez me dijeron: “Mel, en la vida hay cabrones o pendejos y tú no eres cabrona”. ¿Ah, sí? No, no quiero ser cabrona, pero tampoco soy pendeja.

No molestar gente, respetar, divertirme ridiculizándome porque así es la vida, ofrecer quién soy y cómo soy así nomás, no les da el derecho a exigirme, a molestarme, a pasarse de listos. Yo no voy a ser como quien hace chingaderas, porque yo no soy así. Así que si me hago a un ladito, luego no pregunten por qué.

La gota que derrama el vaso, sí, puede ser la más insignificante, pero es con la que digo “adiós”. Al final, yo vivo tranquila y feliz siendo como soy. Váyanse a donde su progenitora e importúnenla severamente los que se dicen “cabrones” y no son más que “pendejos”.

Gracias.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Poco a poco...

Llegaremos lejos, ¿verdad mi pequeña foca? Por cierto, me hiciste el mes permitíéndome ser tu voz.

¡Regalemos cabezas de pescado!


martes, 29 de noviembre de 2011

Anuncio

No soy una máquina expendedora de halagos, ni psicoterapeuta, tampoco soy omnipotente, omnipresente y con un chingo de dinero. Soy distraída, changuito monotarea y en estos últimos meses también tuve alguna que otra tristecilla atorada.

Por su atención, gracias.

jueves, 24 de noviembre de 2011

El ser callada

No es para mí una imperiosa necesidad el hablar, hablar y hablar. Callada sí, soy callada y soy así desde que me acuerdo. Hablo cuando la molestia es mucha y a veces me paso de tolerante, hablo cuando algo me duele y no suelo hacerlo con quien me lastimó. Pocas veces hablo conmigo misma y prefiero hablar de pendejadas que de política, aunque esto último se pueda confundir con lo primero.

Las pláticas sobre el cómo cambiar el mundo, el narcotráfico, la política mexicana, el futuro muy muy lejano... me dan un poco de hueva. Las personas nunca llegan a conclusiones, terminan peleándose y rara vez comparten información interesante (a mi gusto). Y no es que espere un debate “profesional”, simplemente me dan hueva.

Otras veces, no tengo mucho qué decir, eso me preocupa porque quizá no han pasado por mi mente esos temas. Entonces, ¿qué pasa en mi cabeza? Sueños, lo que sigue a las 6 de la tarde si son las 11 de la mañana, qué voy a comer o cómo voy a hacer que el día sea productivo para sentirme satisfecha. En realidad, me distraigo con algún chiste o página de Internet, con fotos, dibujos y juguetes.

Platicar no se me da, prefiero conversaciones cortas y consistentes y en diferentes grupos en un mismo lugar. Me gusta moverme, pasear por aquí o por allá escuchando a los demás, eso sí, observando mucho y aprendiendo sin que me vean. El ser callada me da otras ventajas, me abre y cierra puertas, me destantea y me desestresa o estresa a alguien más.

Sé hablar, no tengo atrofiado ningún músculo y la rata gira cuando tiene que girar. Irónicamente me gustaría vivir del hablar, para darle voz a quien no la tiene y tenga mucho qué decir o también decir quién soy con... con otras palabras. En fin, a veces sí es molesto ser tan callada, pero obligarme a ser quien no soy, no va a ser que escupa palabras.

Hablaré cuando... Sí, cuando... po’s cuando sea el momento, ¿de? Po’s cuando quiera, supongo. Así nomás, porque seré inmadura para siempre.


jueves, 13 de octubre de 2011

No más culpa

Le he dado muchas vueltas al asunto y para no marearme más, cerré el capítulo con una conclusión, sólo una, con derivaciones interesantes: Uno no puede hacer responsable a los demás por nuestro bienestar. No es que necesariamente aplique el punto, pero tengo la teoría.

Estoy en completo y total desacuerdo en hacer sentir culpables a los otros por lo que somos responsables: nuestra propia y auténtica felicidad. En lo que sí estoy de acuerdo es que lo que vivimos nos deja marquitas, unas de migajón, otras de piedras, otras incluso hechas con carbón caliente que nos ponen tristes, asustados y desconfiados.

No aceptar los errores de los demás es absurdo… en realidad, es estúpido. ¿No nos hemos tropezado también? Quizá entender a los otros resulta difícil porque no nos entendemos a nosotros mismos, y sí, es más sencillo ver hacia fuera que adentro. Hay errores más trascendes que otros, pero al final son errores que uno mismo paga.

Sí, afectan a terceros y mucho, pero estoy convencida que todo el daño que causamos por nuestros errores, cobra factura al torpe… a favor, por el aprendizaje, o en contra por perder a quienes ama o lo aman. Tenemos tanto qué ganar con cada tropezón, qué necesidad de echarle la culpa a los demás por las consecuencias de nuestros actos.

Un “no estuviste cuando más te necesité” para mí, tiene justificación y no. ¿No se puede tener tantita empatía? Tantita nomás. ¿Qué pasaba por la cabecita de esa persona que “no estuvo”? Por qué lado del camino tuvo que pasar para estar ausente ¿no importa? No estuvo, ya está, ¿por qué hacerlo responsable de no ser feliz uno mismo? ¿Qué dejamos de hacer para que no “estuviera” esa persona?

Exigir resarcir el daño, exigir que nos den lo que “necesitamos”, nos pone en una posición un tanto cobarde e ignorante, las necesidades son satisfechas o no por quien las padece. No se puede exigir sin quitarle al asunto la magia de hacerlo con el corazón y por amor. Alguien me dijo: “el hecho de que no te quiera como tú quieres, no quiere decir que no te quiera”, estoy de acuerdo.

Estoy a favor de satisfacer nuestras necesidades, pero no a costa de los sentimientos de los demás. Estoy a favor de decir que nos sentimos mal y pedir “ciertos detalles” para sentirnos mejor, pero pedir y no exigir. Estoy en contra de que si no obtenemos lo que queremos, lastimar a quien nos frustró cargándole una culpa que no es suya.

Estoy en contra de los cobardes que sabiendo que ser feliz está dentro de sí mismos, hacen responsables a los otros por lo que no se han atrevido a hacer. Estoy totalmente en desacuerdo de los ignorantes que no sabiendo por dónde anda vagando su felicidad, le exijan a los demás que la busquen o que solapen esa ignorancia con lo que sea que esté a la mano.

He sido ignorante y cobarde, pero también hay uno que otro por ahí que me rodea. Me equivoqué, me tropecé, le estorbé a alguien en el camino, se tropezó, se cayó, me caí, yo me levanto, ¿quiero o no quiero? Lo que sí sé que no quiero es hacer responsable a quien amo de mi felicidad, está bien pinche difícil, lo sé, pero ya no quiero pensar una y otra vez por lo que los demás no hicieron por mí o para mí.

Quiero ofrecer quien soy, con todos sus bemoles, sin esperanzas, ni promesas y quiero sonreírle a todo el mundo, incluso a personas de las que me alejo porque no hay felicidad de por medio. Por cierto, estoy en el proceso, porque aún no me sale.

lunes, 3 de octubre de 2011

¿Sabes qué extraño?

Extraño ir a la escuela, la primaria era la onda. Mi papá preparaba mi pequeño almuerzo y gracias a Dios ya no me peinaba. Todo era muy muy nuevo y no tenía dilemas existenciales, además los exámenes eran más un reto que una molestia.

Extraño el olor de la casa limpia y la comida recién hecha, ver caricaturas por horas, dormir temprano, porque no existía el insomnio. Y por curioso que parezca, extraño ir a la papelería y comprar materialillos para hacer esas cositas que pedían en cada clase.

Extraño el olor de las tardes cuando salía a andar en bicicleta, los días eran más largos, pero más disfrutables. También extraño esperar con ansia el fin de año, en específico el 6 de enero. Extraño cuando el curso terminaba, el inicio de otro, extraño a mi hermana y nuestros juegos con pasto.

¡Uy! Cómo extraño llegar a la mitad de una película cuando mi papá estaba frente a la tele, tirarme junto a él y verla hasta el final, mientras mi apá se quedaba dormido, eran películas de relevos. Extraño a mi mamá, su comida y sus pequeños detalles, siempre de buen gusto y con mucho cariño.

Extraño los tiempos sin reclamos, sin caras tristes, sin sueños frustrados. Extraño los platos con diez enchiladas, Sailor Moon, hacer historietas, cambiar de armazón de lentes, mis profesores, mi cuarto en casa, los pasteles de cumpleaños, el pan con mango y crema, las clases de francés.

Y sí… cuánto hemos cambiado.


lunes, 26 de septiembre de 2011

De esperanzas y promesas

Esperar duele, por eso no convivo con la “esperanza”. ¿Hacer o no hacer? He ahí la promesa. Hacer lo que decimos que vamos a hacer, si no, pa’ qué decir. Entiendo que habrá variaciones en el camino, pero hacer promesas para no dañar, sabiendo que quizá no se cumplan, son chingaderas.

Cuando se espera hay un montón de fantasías en el aire, expectativas que a veces se les pasa la mano y poco a poco se nos cae el teatrito cuando las cosas no salen como “esperábamos”. Por eso, no me gusta decir que tengo esperanza, por eso no me gustan las falsas promesas, por eso insisto: ¡abajo la dictadura de las mentiras!

Relaciono a la esperanza con las promesas, por lo que las segundas hacen de la primera: Esperar a que se cumplan. No hablo de dejar de confiar, hablo de dejar de esperar. ¿Cuántas personas realmente hacen y cumplen lo que dicen? Es difícil, lo sé, pero ¿en qué momento nos damos por vencidos?

También existen las promesas no hechas, las que uno le atribuye a las personas creyendo que cumplirán lo que no han prometido y lo peor, enojarnos porque no nos cumplen. Y ahí está de nuevo la esperanza, esperar a que pase, que pase lo que sea, pero de preferencia lo que queremos que pase, dejando la responsabilidad de ello en alguien más… error, error, error.

Uno vive más tranquilo cuando no espera nada de nadie, así cuando alguien cumple una promesa, cuando alguien hace algo espontáneo para nosotros, cuando aparecen las sorpresas… el sabor de boca es tan, pero tan dulce que podría acompañarlo con un café bien cargado.

Yo no creo que sea conformismo, ni mucho menos sumisión, es sólo vivir cumpliendo nuestras propias promesas, las que nos hacemos a nosotros mismos, es vivir cumpliendo lo que decimos, es abandonar la “esperanza” por hacer lo que realmente está en nuestras manos.

En mis manos está ser quien me gusta ser, hacer lo que más disfruto, amar a quienes están cerca de mí como a mí me gusta amarlos, sin “esperar” a que me retribuyan por hacerlo. No estoy pagando por un servicio, estoy haciendo un servicio que ya fue saldado por mí.

Señores que prometen un helado “a la vuelta” y se hacen mensos cuando llega el momento. Lovers que emplean el “para siempre” en sus discursos y cuando el amor se acaba no se fajan los pantaloncitos para decir “perdón”. Personas que esperan a que los demás hagan lo que uno tiene que hacer, les digo: ¡Me cagan! (Y yo estoy en una de las categorías anteriores).

La Foreys

jueves, 28 de julio de 2011

So... ¿qué vas a hacer?

Deja tú que le des hueva a los demás, qué mal plan si te das hueva a ti mismo. ¿Cómo hace uno para dejar de culpar a los demás y sólo ponerse contento sin preguntar por qué?

jueves, 7 de julio de 2011

Otra preguntita

¿Por qué les costará tanto trabajo a algunas personas demostrar lo que sienten? Y de repente ¡zaz! explotan a medias. ¿Será que yo no tengo filtro? No sé.

martes, 5 de julio de 2011

Palabras

Es común no darnos cuenta de lo que decimos, ni de la trascendencia de nuestras palabras. Dañar o hacer volar podemos, ¿qué recordamos más? Depende de quién, cómo y por qué.

Me ha dolido más lo dicho que lo hecho, entre un “no te amo más”, entre un “nunca sabrás cuánto te amo”, entre un silencio, entre algo “no dicho”. Me gustaba coquetear con las palabras, pa’ escribirlas, pa’ decir cuánto amo, ahora… me suelen golpear más de lo que me acarician.

Andan rebotando en mi cabecita, constantemente me zarandean, quizá quieran irse. Quisiera dejarlas ir, sobre todo aquellas que surgen a partir de otras dichas, las que interpreto y que me dan señales para conocer a quien me las dijo. Definitivo, no nos damos cuenta de lo que decimos, perdón por reiterarlo.

Tengo guardadita algo de tristeza desde hace ya un ratito. Les encanta definirme y hacerlo con lo que “no hago” y es que yo los escucho, siempre con atención, como siempre lo he hecho y como he aprendido, lo realmente malo es que creo sus definiciones. Yo no soy así y me rindo a tratar de explicarles que no.

Me da tanto miedo hablar y causar el mismo efecto, tal vez por eso me callo y en el proceso lo que hago es acumular más y más palabras, oscuras para mi voz. Que si soy “así” que si me hacen falta gónadas, que si no hago esto, que si sí lo hago y sofoca. ¿Cuántas veces nos hemos definido primero antes que al otro?

Ya no quiero escuchar palabras de esas y yo tengo que tomar la decisión de usar sorderas. No puedo escuchar más el “yo no quiero”, el “tú no tienes por qué saberlo”, el "yo era así, pero ya no", el “estaría bien sin ti”, el “no has estado para mí", el “yo prefiero”, y… el “yo-yo indefinido”. Estoy construyendo con palabras un castillo de neblina.

Tampoco es que no escuche lo que brilla por sí solo, es por eso dicho que me mantengo viva, por lo que quiero vivir y por lo que disfruto hacerlo, ah, y sobre todo, por lo que sigo intentándolo. Pero es la primera vez que no sé pa’ dónde va el peso irrevocable.

Mientras tanto, pido perdón por lo no dicho y lo que sí, por las palabras que han abofeteado a quien amo, como a mis padres, como a mis amigos, como a mi amor, como a mí misma. Y sí, Foreys, qué putazos dan las palabras.

...
La Foreys
(Ahora tiene más sentido el "Busco ser la voz de una palabra")

martes, 10 de mayo de 2011

Nudos

¿Por qué no me bastan las palabras? No lo siento, no lo veo, no lo entiendo. Estoy harta. No sé cómo ordenarme y tengo miedo que se termine por no entenderlo.

Es que no se entiende, se siente, pero no siento y si no siento no entiendo, si ya estaba claro. A veces pienso que no podré. Definitivamente estoy confundida y me siento tan vacía, “sin”, pero “con”. Sí, ya sé, estoy hecha bolas.

...
La Foreys

lunes, 25 de abril de 2011

Adiós y Hola

Un duelo más. Me costó trabajo decir adiós al inicio, a los besos locos, a las escapadas en lunes con harto alcohol, a la espera en la entrada, a los halagos repentinos y hasta los sustos por la tarde noche.

(Suspirote) Bueno, ahora otra etapa. A conocer qué puede hacer la nena consigo misma, a tener paciencia, a decirle al miedo “no me chingues”. Tiempo para esperar y tiempo para entender que lo se queda en las manos uno lo puede guardar y lo que no… hay que dejarlo ir, decir adiós.

Y sí, me di cuenta que quedaron manchas, por más que limpié. Me bastaron unos meses para reconocer que hay momentos que destantean lo que era “inquebrantable”, como esa fuerza, como esas ganas de comerse al mundo y me bastó una lloriquedera (o muchas) para que todo eso que estaba perdido regresara a tocar la puerta y… estoy por abrirle.

Para decirle “hola” a quien va a ser, hay que ponerle huevos y decirle “adiós” a quien era y ya no es, pero sigue estando (ajá sí, así, así). Mis personitas especiales, las amo muchísimo, pero ahí les va una rayita aunque yo no quiera, porque como lo dijo el señorcito Víctor Hugo: "La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo".

No puedo complacerlos, pero tampoco a mí misma sin ustedes. No puedo decirles quién soy, pero puedo dejar de intentarlo. Me conocen o me conocerán, así que empecemos a ordenar el clóset a ver qué encontramos. Adiós. Habrá algún día soleadito con una alberquita inflada para decirnos “hola” (otra vez).

La Foreys

miércoles, 20 de abril de 2011

Viri, Marcelo y Tin - Tan

Voces mías, háblenme... Ellos son mis álter egos, amigos, cómplices, a quienes les echo la culpa de mi estupidez (o ellos me la echan a mí).

Viri es autista y es la más inteligente del grupo, Tin -Tan y Marcelo tienen un affair. Tin - Tan es medio agresivo, sólo cuando está en la cantina y es el responsable de los hipos de La Foreys. Marcelo sólo es tímido.


(suspiros).
...
La Foreys

lunes, 21 de marzo de 2011

Ya puedo

Hoy ya puedo estar con LaForeys. Todo se acomodó, nuevas etapas, nuevos cielos, un cachito hermoso. Gracias, de verdad, gracias. El día fue un excelente augurio para el inicio de una nueva etapa. Me gusta la primavera, se acabó el invierno (más alegórico no pudo ser). Por cierto... qué intensidad la mía la de días pasados. ¡Basta!, estos cambios abruptos tienen que terminar já. Estoy muy bien.

...
LaForeys

lunes, 7 de marzo de 2011

Una pregunta

¿Por qué a veces eres súper cercano y otras no tanto? Todo bien, eh, nomás es una pregunta. 

martes, 1 de marzo de 2011

Encontrada

Había estado perdida, o sigo estándolo. Hay un mal generalizado recorriendo las calles, como esporas en el aire urbano, concentrado en síntomas como la apatía y el bloqueo mental, una especie de control sobre nuestras articulaciones y una desesperación ante la desesperación.

En mi caso, puedo suponer algunas causas ante mi mal, algunas tienen apellido que concuerda con el mío, otras sólo tienen mi nombre y éstas últimas son las más peligrosas y constantes. Mi enfermedad me hace padecer ataques de estrés, sin razón, solo aparecen espontáneamente para fastidiar y sacar mi buen mal humor.

Tengo la espalda llena de nudos, frecuentes dolores de cabeza, ansiedad, poca paciencia, desgana, sueño y conformismo. Podría realizar un diagnóstico y receta sin especialistas, podría suponer igual que funciona, podría esperar a que desaparezca ignorándolo, o podría seguir atormentándome para volverlo “normal”.

Mientras lo uno o lo otro suceden, sigo en el mismo círculo, con intentos fallidos de romperlo, con un vicio tormentoso y extremo, ya no quiero esperar. Detesto estos ataques cuando hay tanto por qué pelear, ya no quiero desquitarme con quien me soporta y me abraza. Y dentro de todo lo que quiero, quiero hablar, hablar, hablar, hablar mucho, escuchar, escuchar, escuchar de más, para poder decir entonces que “esto” ha valido la pena.

...
Forey

lunes, 28 de febrero de 2011

Cuando no tengo nada qué hacer...

Escribo cuentos:


Pero éste es de cuando no tenía nada qué hacer hace dos años.

...
La Foreys

viernes, 25 de febrero de 2011

For day

O sea, yo... La Foreys.



Invertimos nuestro tiempo.

viernes, 28 de enero de 2011

Ándale

Lo más culero de esta situación es que con la única persona que no quiero estar es con La Foreys.

Gracias.

miércoles, 19 de enero de 2011

Rotos, pero bien pegados

Cuando una ha roto un corazón o le han roto el corazón a una, las dichosas mariposas en el estómago se vuelven ataques de colitis. Después aconsejan ir con cautela, pero no entiendo cómo se hace eso. Así, nomás, una empieza a pegar trocitos con varias capas de barniz, total.

Eso sí, me persigue la chica insegura y desconfiada que me ayuda a protegerme de alguna nube gris sobre mi cabeza. Componerme ya no es tan fácil como en anteriores ocasiones, ¿dónde se compran corazones nuevecitos de paquete? No importa, para salvarme la vida, una vez más entrego el mosaico hecho de experiencias.

Te vuelvo a gritar cuánto te quiero porque estoy segura que haré lo que tenga que hacer para estar contigo, comenzaré por escucharnos para volvernos invencibles. Además, hay un par de palabras que deseo recordarte y con ellas decirte que paciencia no tengo para sentir.

Toma un rato aprender a respirar pausada y sin prisa, pero el aprendizaje es como una capa más, esta vez de engrudo. Te ofrezco toda mi risa, pero te regalo la inundación de mis pestañas en frasquitos de cristal, porque esa también soy yo. ¿Qué tal un dominó?

...
La Foreys