miércoles, 11 de junio de 2014

Herencia nómada

Solía asombrarme cómo mi abuela se movía de un sitio a otro sin pena ni gloria, a veces me ponía muy mal el pensar en las dificultades de los inicios, de rostros desconocidos, de una cama distinta y hasta de olores y costumbres sin raíces. Hoy ya no reniego de mi herencia.

Descubrí que odio ser sedentaria, el mismo lugar durante tanto tiempo genera rutina, hartazgo y pocas cosas por descubrir. No me gusta permanecer màs de ocho horas frente a la computadora y es que detesto quedarme en un mismo sitio todos los días como si fuera gallina clueca.

Me molesta mimetizarme con la cama los fines de semana, aunque esté cansada, quiero salir del sistema, de la rutina, de lugares que me asfixian y sin aire acondicionado. Quiero ver al mundo, no quiero trabajar 40 años de mi vida buscando una jubilación. Antes me era imposible imaginarme vivir como mi ascendencia, ahora... la imaginación es una ironía.

Pensé tanto tiempo que mi familia nada tenía qué ver conmigo, estaba equivocada, no hablaré de defectos, ni de virtudes, sino de estilo de vida. Tal vez sean genes, aprendizaje, o “sepan cuántos”, pero yo soy, en cierta medida, como ellos. Debí imaginarlo si mi palabra predilecta me pellizca el orgullo todos los días: “¡Libertad!”, Sir. William Wallace.

Hoy soy muy distinta a la niña que rumiaba su origen, la de pensamientos cuadrados (en realidad sólo se achataron las esquinas), la ordenada y meticulosa que se levantaba todos los días a las 7 de la mañana para ir a la escuela y rogaba porque se acabaran las vacaciones, la que tenía miedo al regaño, la que no quería acompañar de viaje a sus padres y odiaba que no tuvieran un trabajo fijo. 

No seré a imagen y semejanza de mis viejos, nunca, pero llevaré su esencia por siempre.

Así las cosas…



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miércoles, 11 de junio de 2014

Herencia nómada

Solía asombrarme cómo mi abuela se movía de un sitio a otro sin pena ni gloria, a veces me ponía muy mal el pensar en las dificultades de los inicios, de rostros desconocidos, de una cama distinta y hasta de olores y costumbres sin raíces. Hoy ya no reniego de mi herencia.

Descubrí que odio ser sedentaria, el mismo lugar durante tanto tiempo genera rutina, hartazgo y pocas cosas por descubrir. No me gusta permanecer màs de ocho horas frente a la computadora y es que detesto quedarme en un mismo sitio todos los días como si fuera gallina clueca.

Me molesta mimetizarme con la cama los fines de semana, aunque esté cansada, quiero salir del sistema, de la rutina, de lugares que me asfixian y sin aire acondicionado. Quiero ver al mundo, no quiero trabajar 40 años de mi vida buscando una jubilación. Antes me era imposible imaginarme vivir como mi ascendencia, ahora... la imaginación es una ironía.

Pensé tanto tiempo que mi familia nada tenía qué ver conmigo, estaba equivocada, no hablaré de defectos, ni de virtudes, sino de estilo de vida. Tal vez sean genes, aprendizaje, o “sepan cuántos”, pero yo soy, en cierta medida, como ellos. Debí imaginarlo si mi palabra predilecta me pellizca el orgullo todos los días: “¡Libertad!”, Sir. William Wallace.

Hoy soy muy distinta a la niña que rumiaba su origen, la de pensamientos cuadrados (en realidad sólo se achataron las esquinas), la ordenada y meticulosa que se levantaba todos los días a las 7 de la mañana para ir a la escuela y rogaba porque se acabaran las vacaciones, la que tenía miedo al regaño, la que no quería acompañar de viaje a sus padres y odiaba que no tuvieran un trabajo fijo. 

No seré a imagen y semejanza de mis viejos, nunca, pero llevaré su esencia por siempre.

Así las cosas…



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